La fascinación por el inglés
Máquina del Tiempo
Arturo Monterroso
http://www.elperiodico.com.gt/es/201310 ... on/235685/
¿Será que el español adquiere brillo al mezclarse con el inglés? ¿Será algo así como echarle un poco de kétchup a los frijolitos volteados? El idioma de Shakespeare, dice la gente —sin saber muy bien quién era el fulano ese—, tiene precisión, es breve y nos ha dado el lenguaje de la tecnología. Pero al que se refieren no es al inglés del siglo XVII (William falleció en 1616, después de una noche de tragos en la que celebraba su cumpleaños con Ben Jonson) sino más bien al de Ronald Reagan, que tiene fascinado a un grupito en Guatemala. Además, me dijo una persona cuyo nombre no consigo recordar, el inglés tiene pocas palabras. Bueno, el Webster’s Encyclopedic Unabridged Dictionary of the English Language, un ladrillo de respetables dimensiones, tiene más de 300 mil términos. Es cierto que la lengua de Susan Sontag (para no mencionar a la Thatcher, qué dolor) es más densa, ya que, según Juan Andrés Gualda (lea su interesante artículo sobre este tópico en http://elcastellano.org/noticia.php?id=2230, el español proporciona menos cantidad de información por sílaba que el inglés. Un texto en este idioma contiene menos palabras (10%) que su traducción al castellano y con solo 26 letras representa sus 35 fonemas.
Sin duda el inglés, un idioma que yo apenas balbuceo, es una lengua rica, expresiva y directa que evoluciona a una mayor velocidad que el español, entre otras razones porque no tiene una academia de la lengua —todavía etnocentrista y conservadora—, que lo frene, como una monja asustada ante un cuerpo desnudo. Esta circunstancia no significa, por supuesto, que nuestro idioma sea un medio de expresión menor; todo lo contrario. El idioma de Cervantes (como dice la gente que no ha leído El Quijote) ya no es el que hablamos hoy día, aunque pervive entre nosotros cierto lastre del barroco y algunos vocablos que aún tienen uso y sentido. El español que utilizamos ahora se ha transformado (a pesar de ciertos académicos y de algunos peninsulares que lo enjaulan como propiedad privada) en una lengua cada día más latinoamericana, adaptada a una realidad muy diferente de la europea. No quiero decir con esto que no aprecie el aporte de España, sino que no se han dado cuenta, los señorones y las contadísimas señoras de la docta casa de Madrid, que el animal del idioma se les ha escapado.
Lo que me molesta del artificio de decir o escribir innecesariamente en inglés, o de hablar una parte en español y otra en el idioma de Mark Zuckerberg es que, en la mayoría de los casos, la gente recurre a este subterfugio para darle un baño de oropel a lo que quiere expresar. Según ellos, que con incluir un vocablo de la lengua de Steve Jobs se nos va caer lo tercermundistas. Claro, a veces no se trata sino de burda ignorancia: no saben español o su vocabulario se reduce a unas dos o tres palabras. Y también están los prósperos adinerados, a quienes se les atraganta el castellano; educados en inglés, se ven obligados a descender al lenguaje que habla la gente de a pie. Pero no pueden obviar uno que otro término en English. Así resultan practicando un kitsch lingüístico insufrible, que dice mucho de su condición de conquistados. No se trata de un verdadero mestizaje del idioma, como sucede con el spanglish. Dice Joshua Foer, en un artículo publicado en The New Yorker, que los idiomas son un caos; que evolucionan durante siglos sin planificación alguna, en un proceso democrático que los va impregnando de particularidades y extravagancias. Tiene toda la razón. Además, una lengua es la suma de sus adherencias lingüísticas, ya provengan estas del provenzal, el árabe o el inglés. Pero esto es diferente del artificio al que recurre cierta gente para superar su complejo de inferioridad. No creo que se trate del globish, una versión simplificada del inglés, practicada sobre todo en China, o del wallish, el inglés de Wall Street que habla la élite transnacional que, según dice Pascal Bruckner en Miseria de la prosperidad, “habita en el fascinante reino de la opulencia y la diversión de lujo”.